martes, 25 de marzo de 2014

Lazarillo siglo XXI

 LAZARILLO SIGLO XXI

 
Pues sepa usted, Don Francisco, que mi nombre es Rosario Núñez, aunque todos me llaman Charito, hija de Antonio Núñez y Paquita Moreno.
Siéntese porque esto va para largo.
Nací como otra persona cualquiera, en un hospital, pero a diferencia de otros, mi nacimiento fue el día más triste para algunos. Mientras que mi madre me daba a luz le entraron unos dolores muy extraños, antes de nada tiene que saber usted, Don Francisco, que mi madre tenía cáncer desde hacía cinco años, y cuando todos escucharon mi llanto sería la última vez que verían a mi madre sonreír, porque en ese mismo instante mi madre falleció.
Mi padre siempre había sido un hombre decente, pero desde que mi madre murió todas sus penas las desahogaba en el alcohol, y yo me pasaba las veinticuatro horas del día con mi abuela. Mi padre se llevó así hasta que yo cumplí cinco años y abrió los ojos.
Un día mi abuela le agarró del brazo y le dijo unas palabras muy feas, que yo por aquel entonces no conocía. Una de las cosas que le dijo era que si quería perderse la adolescencia de su hija, porque si seguí así no solo iba a perder a su familia.
Mi padre decidió hacerse cargo de mi y empezó a buscar trabajo pero como no encontraba nada se metió en el mercado negro de órganos. No es que yo estuviera orgullosa de eso, pero él se buscaba la vida para traer dinero a casa y que nunca nos faltase un plato de comida en la mesa.
Yo no empecé a ir a la escuela hasta que cumplí los siete años, pero no me sirvió de mucho porque casi siempre hacía novillos para no tener que aguantar que me hicieran el vacío. No tenía amigos y todo porque mi padre fuera un traficante de órganos. Nadie se acercaba a mi, ni siquiera los profesores. Era una marginada social.
Un día mi padre no vino a casa a comer y eso era algo raro en él, pero no me preocupé, yo puse la mesa y empecé a comer. Puse la tele y salía mi padre. Como titular ponía "HOMBRE MUERE APUÑALADO POR UNA BANDA CRIMINAL".
Yo no era consciente de lo que estaba viendo. Me quedé en estado de shock. Me acababa de quedar huérfana de padre y de madre y nadie podía hacerse cargo de mi, ya que mis abuelos eran demasiado mayores y mi padre era hijo único; y por parte de madre nadie quería saber nada de mi porque me acusaban culpable de su muerte.
En ese momento en el que yo estaba pensando en todo, salió una fotografía de los culpables de la muerte de mi padre. Yo no podía dar crédito a lo que veía. Esa gente era para la que mi padre trabajaba. No me lo podía creer, pero ese día juré por mi padre que eso no quedaría así.
 
Yo necesitaba dinero para comer pero era demasiado pequeña para trabajar, así que me dediqué a robar, tanto comida como dinero y con lo que conseguí me daba para sobrevivir.
Una mañana, como de costumbre me desperté y me fui a la plaza a ver si conseguía algo de comida. Vi un bar repleto de gente, entonces vi mi oportunidad. Entré en el bar, y como no soy muy alta pasé desapercibida pero no me fijé en el agente de policía que estaba sentado en la barra.
Me disponía a robarle la cartera a una mujer y en ese momento el agente me vio y me agarró del brazo. Me preguntó por mis padres y yo me quedé cayada, porque sabía que si decía algo me llevarían al orfanato hasta que cumpliera los dieciocho.
Un hombre, que no conocía de nada, se acercó al agente y le dijo que él era mi tutor legal (al parecer se compadeció de mí). Entonces el agente me soltó y salí de allí con aquel hombre desconocido.
Le pregunté que por qué hizo eso, pero él me respondió con otra pregunta. Me preguntó sobre mi vida. Yo le dije como me llamaba, cuantos años tenía y la historia de mis padres. También le conté que quería hacer justicia con los hombres que habían matado a mi padre, pero que no sabía cómo hacerlo. Él me dijo que se llamaba Yon Li y que él podría enseñarme artes marciales.
Yo no creía en nada de eso del destino ni nada, pero eso creo yo que fue mi salvación.
Si no hubiera sido por Yon Li, estaría en el orfanato desamparada sin nadie.
Yon Li fue como mi padre, él me alimentaba y me cuidaba pero como no ganaba suficiente yo seguía robando y a él no parecía importarle, ya que lo hacía para que viviéramos en mejores condiciones.
Yon Li estuvo dándome clases de todas las artes marciales: karate, judo, taekuondo, Kung-fu... Me enseñó todas las zonas del cuerpo donde si tocas dejas paralizado a otra persona y las técnicas más mortales que existían, ya que yo le conté cuál era mi propósito.
Maestro (así era como yo le llamaba) no me dejó salir a buscar a los que mataron a mi padre hasta que fui mayor de edad. Pero cuando cumplí los dieciocho Maestro enfermó y decidí quedarme con él hasta su lecho de muerte. Antes de morir me dijo "Ve a por ellos".
Ahí fue cuando me di cuenta de lo que quería, iba a matarlos por mi padre y por el Maestro, por todo lo que ambos habían hecho por mí, ya que la justicia a los dos meses de búsqueda se dieron por vencido porque según ellos mi padre se merecía la muerte.
Yo sabía que mi padre había hecho muchas cosas malas en la vida, pero eso no era motivo para matarlo y dejarlo tirado en el suelo como una basura.
Me llevó un año investigar el paradero de estos sinvergüenzas. Mi padre, cuando yo era pequeña solía contarme cosas sobre ellos. Él me decía que eran tres y nunca se separaban. Me contó que eran la banda más respetada en el mundo de tráfico de órganos. También me dijo que tenían unas cuantas de casas por si acaso algún día la policía le buscaba tendrían distintos sitios donde esconderse.
Casi siempre se escondían en la casa que tenían en Alemania, así que lo primero que hice fue ir a mirar allí.
No sabían que Antonio Núñez, mi padre, tenía hijos, así que no sospechaban que nadie fuera a atacarles.
Cuando llegué a la casa, y usted Don Francisco se preguntará cómo sabía la dirección; pues verá, mi padre tenía todas las direcciones de la banda por si acaso pasaba algo.
Volviendo al tema, cuando llegué la puerta estaba abierta y uno de ellos tenía un cuchillo en la mano. Al verme se abalanzó sobre mí pero yo lo esquivé y le quité el cuchillo. Le pregunté que había pasado, pero entonces me escupió. Yo use una de las técnicas que me enseñó el maestro y entonces me lo contó todo.
Estaban los tres viendo la tele cuando escucharon un ruido, entonces este cogió el cuchillo por si acaso. Y la puerta estaba abierta porque otro había salido para comprobar que no había nadie.
Yo les expliqué quién era y antes de que dijeran nada les maté Don Francisco, y los dejé allí solos como basuras igual que hicieron ellos con mi padre.
Y estas son mis razones por las cuáles maté a la banda Señor. Usted haga lo que tenga que hacer, solo le digo que no me arrepiento de nada.
 
 
Un saludo.

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